Entrenar es importante, recuperarse es esencial. Es incuestionable que para conseguir una mejora del rendimiento, es preciso realizar cambios y adaptaciones al entrenamiento. Sin embargo, para que sean efi caces hay que tener en cuenta: Las medidas favorables de la recuperación.
En realidad, el entrenamiento no produce ninguna mejora de la condición física, más bien al contrario, la disminuye. Por ello, es necesario darle al organismo la oportunidad de completar el proceso siguiendo una serie de procedimientos que lo optimicen.
De no hacerlo así, el deportista entrará en déficit funcional y aún cuando no sea consciente de ello, su capacidad de rendimiento se reducirá progresivamente. Si su actitud es buena, seguirá esforzándose al máximo, pero sobre una base cada vez menor.
Medios terapéuticos de recuperación
El organismo experimenta la fatiga a diferentes niveles según el tipo de esfuerzo, su intensidad, su duración, la densidad del trabajo, las condiciones ambientales, el aporte de nutrientes y la predisposición mental al esfuerzo. Pero en líneas generales podemos hablar de:
1 Fatiga metabólica Se sustancia en la pérdida de sustratos energéticos, básicamente glucógeno, y líquido, que deben ser repuestos inmediatamente después de finalizado el esfuerzo mediante la ingestión de alimentos ricos en hidratos de carbono y de agua, a la que puede añadirse algún preparado que aporte azúcares y sales minerales.
2 Fatiga psicológica
No solo el entrenamiento o la competición pueden afectar al estado emocional del deportista, también el entorno familiar, laboral y social, pueden hacerlo. La presión por la obtención de resultados en un entorno hostil, puede ocasionar graves desequilibrios que en ningún caso favorecen la obtención de resultados positivos. Un buen entrenador debe tratar de proteger al deportista de cualquier elemento perturbador que pueda minar su confi anza, su autoestima o su motivación.
3 Fatiga nerviosa
Es la consecuencia de someter al sistema neuro-muscular a exigencias físicas máximas con un componente añadido de carácter técnico que exige máxima concentración y toma de decisiones constante en situaciones de dificultad. Para recuperarnos de tal fatiga, se hace necesario descansar. Dormir es lo más importante, pero también es necesario aprender a relajarse y para ello disponemos de medios tan eficaces como la hidroterapia, el masaje, la sauna, el baño turco o las técnicas de relajación. Estos procedimientos pueden aplicarse inmediatamente después del esfuerzo y a lo largo de la siguiente jornada.
4 Fatiga músculo-esquelética
La mayoría de deportes imponen una gran carga de trabajo a los músculos y las articulaciones, en especial los de carácter repetitivo o cíclico y los que exigen fuerza y potencia. Este tipo de actividad no solo merma los depósitos energéticos, también provoca daños a nivel estructural. En consecuencia, debemos adoptar medidas que favorezcan la regeneración de los tejidos y su posterior fortalecimiento.
Una alimentación rica en hidratos de carbono y proteínas, es esencial, así como suplementarse con complementos alimenticios que favorezcan la salud articular. También podemos ayudarnos con la realización de estiramientos suaves, masajes deportivos de descarga con cremas a base de acido hialurónico y mucopolisacáridos, baños de contraste y actividad física de baja intensidad que contribuyan a activar los recursos metabólicos de que dispone el organismo para recuperarse.
Se ha demostrado científicamente que todas estas situaciones de fatiga provocadas por el sobreesfuerzo físico o stress, causan una disminución del nivel de linfocitos, que nos comporta una bajada de defensas, haciéndonos más vulnerables a infecciones víricas y bacterianas (resfriados, fiebre, gastroenteritis…). Por otro lado, esto también provoca en nuestro organismo una recuperación más costosa y tardía.
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