lunes, 22 de noviembre de 2010

MARATÓN NYC 2010

No es el maratón más multitudinario del mundo. No es el más rápido ni el más antiguo, ni siquiera es económicamente el más goloso. Sin embargo, el de Nueva York sigue siendo por excelencia el maratón más emblemático, multicolor, sugerente y codiciado del planeta. En 1970 participaron 127 atletas y finalizaron 55. Cuarenta años después, la organización ha recibido más de 100.000 solicitudes y apenas han podido participar 42.000 . Una experiencia que nadie puede perderse. Será porque en la Gran Manzana se cuecen sueños irrepetibles. Halloween y su resaca, compras. Brooklyn, Harlem, Bronx, Times Square… La combinación de turismo y deporte parece un plan perfecto. Todo es posible en Nueva York. Y más, si la visita se hace…. Corriendo.

Kilómetro 0 Puente de Verrazano

Suena el himno americano y el New York, New York de Frank Sinatra. Un cañonazo nos recuerda dónde estamos a 50.000 deportistas (hay al menos 8.000 furtivos, que corren sin dorsal) bloqueados por la emoción. Muchos lagrimean dibujando una sonrisa en sus labios, para ellos, lo mejor que les pase en años será pisar el puente de Verrazano que une Staten lsland con Brooklyn esta mañana de noviembre. Al paso por la multitud, su sólida estructura parece temblar cada zancada. Sobre el hormigón quedarán las sudaderas y chubasqueros que los atletas han utilizado para el calentamiento y que en un acto solidario ceden como donación a la beneficencia de los más necesitados. Es la tradición. Es un alivio.

La animación se vuelve ensordecedora, con gentío y bandas de música tocando las míticas canciones de Carros de Fuego y la versión original de la película Roky. Los pelos se erizan, y no precisamente por el rocío húmedo que rige en la bocana del puerto de Nueva York.

Es en estos primeros pasos cuando suelo visualizar las carreras. Ésta ya la he completado cinco veces, y no me resulta difícil la recreación : la marea multicolor tendrá que recorrer Brooklyn, Queens… El interminable puente de Queensboro, La Primera Avenida que cruza todo Manhatan hasta llegar al temible barrio del Bronx. Miradas perdidas y sorprendidas por lo que se cuece a los dos lados del recorrido harán el camino más llevadero. Más bandas de música, interpretada por gente de diferentes etnias. Un negro, un blanco, un judío, una puta, un transexual, uno con facha de asesino y uno norma. Con cualquiera de ellos nos podemos topar.

KILOMETRO 5 LA CUARTA AVENIDA
Sin bajarme de mi asombro entro en la 4ª AVENIDA, La pasarela que une Brooklyn con Queens. Alguien me recuerda que en las calles de Brooklyn surgieron célebres personalidades: el baloncestista y mito Michael Jordan, la actriz y cantante Babra Streisand o el mismísimo mafioso Al Capone. Es el barrio más étnico de Nueva York. De hecho, al pasar por una de sus avenidas veo a gente con túnicas. Me pregunto si estarán rezando plegarias para que alcancemos la meta en Central Park.

KILOMETRO 10 PURO QUEENS

A 5 kilómetros de los creyentes, como si con ellos no fuera la cosa, unos chicos de color con pinta de raperos se mueven con desparpajo mientras despiertan la curiosidad de quienes merodeamos en zapatillas y en paños menores. El más grande y corpulento acarrea una casete de grande dimensiones. El volumen está por las nubes, tanto que los decibelios que salen están a punto de arruinar sus tímpanos Puro Queens.

KILÓMETRO 22 PUENTE QUEENSBORO

Pasado el ecuador de la carrera y sin darme cuenta me presento en el puente de Queensboro. Es tan increíble como interminable. Su longitud, más de una milla ascendente, lo hace insufrible. Para más fastidio, la superficie metálica somete a los pies a un calvario a estas alturas del trote. Un alivio : a la salida de ese célebre prodigio de la ingeniería. Según gira hacia la Primera Avenida, el cuerpo nota un subidón ante esa aglomeración de público en las aceras que no cesa de animar.

Empiezan a disminuir las fuerzas, pero la vista sigue intacta, igual de placentera. Aminoro el ritmo y en un avituallamiento atrapo un vaso de bebida isotónica. Al borde de la carretera un niño enchufa, manguera en mano, a todo aquel que pasa por su lado. Juraría que todos los años es el mismo.

KILOMETRO 32 RESPETO EN EL BRONX

La Primera Avenida cruza vertical todo Manhatan, hasta el Bronx. ¡Que respeto¡. Sólo el día del maratón se puede entrar sin temor. Durante una milla estaré corriendo por tan peligroso distrito sin más peligro que la pájara. Días atrás me dijeron que el recelo forma parte de las leyendas urbanas, pero, por si acaso, insisten en que me conforme con las postales del barrio. A pesar del cansancio, en el Bronx intento correr un poco más tápido. Hay quien me alienta con un “Go,go, let´s go”. Los conductores nos respetan, habrán reconocido que hoy las zapatillas se imponen a las ruedas. Sin coches se vive mejor. Tembién en Nueva York.

KILOMETRO 33 LLEGA “ EL MURO”

Los kilómetros se duplican, las piernas se hinchan. Siento como si moviera dos vigas de hierro. El cansancio se refleja en la cara de los deportistas. Sentimientos desiguales: estados de euforia suceden a otros angustiosos y depresivos. Mi cuerpo solicita una tregua que no llegará hasta el bucólico Central Park. El trote nos lleva a un suicidio colectivo y deportivo. Tengo hambre, sed, a ve4es me río. Otras, suspiro. Incluso tengo ganas de llorar. Los que han recorrido esta prueba sabrán por qué a estos kilómetros los llaman el muro. Los neoyorkinos siguen alentando. Gracias, again.

KILOMETRO 34 LA QUINTA AVENIDA

A la salida del Bronx se asoma la Quinta Avenida, el mito de seis carriles. Antes de llegar a los comercios nobles, esos edificios donde los turistas van de compras y se dejan parte de su sueldo, tenemos que pasar junto a la MOMA (Museo de Arte Moderno). Después de más de dos horas corriendo y sufriendo, creo estar tan lúcido como para recuperar las ganas de entrar en el museo mañana para ver la última exposición. Estoy cerca. Sólo me restan siete kilómetros rompepiernas para superar la línea de meta de Central Park.


KILOMETRO 42,195 CENTRAL PARK

El parque rebosa de hermosura en otoño. Niños patinando, aves, ardillas asustadizas que corretean de árbol en árbol tratando de escabullirse de los chicos más traviesos. Muchedumbre andando, corriendo y en bicicleta pasea alrededor del lago donde un día Dustin Hoffman interpretó la película Manhatan Man. Son metros de éxtasis, de gloria. Manos al cielo, mirada perdida, sonrisa en la cara. Gestos de felicidad que contrarrestan sollozos repletos de diferentes emociones. Una medalla al cuello, una enhorabuena, un “congratulations” un “Good race” (buena carrera) anuncian que felizmente el maratón ha terminado.

KILOMETRO 43 … MI NUEVA YORK

Pero aquí no acaba la experiencia neoyorquina: con unas agujetas monumentales, la medalla sobre los hombros y la satisfacción de haber finalizado el suplicio, nos queda otro maratón, el de disfrutar de la capital del mundo. Algunos dudamos entre volver al MOMA sin correr, sobrevolar en helicóptero los aledaños de la estatua de la Libertad o tomar el Metro hasta el solar en el que un día se levantaron las Torres Gemelas. ¡Qué tristeza¡. Desde allí, a cinco minutos, está el edificio de la Bolsa en Wall Strett, lugar donde se mueve el dinero del mundo. Para reponer fuerzas suelo comerme una señora amburguesa en Bonnije’s Grill (2378 de la Quinta) o un sándwich Woody Allen en uno de los Carnegie Deli. Para otros, los que no pueden ni son su cuerpo, la elección es bien sencilla: presenciar cualquiera de los clásicos teatrales en Brodway. Los más atrevidos porfían y se retan en subir andando el Empire State, patinar en Rockefeller Center y presenciar un partido de baloncesto de los New York Knicks. Para recuperar cambiarán los geles de glucosa y las sales minerales por un cubo de palomitas y un refresco de tamaño XXL ¡Un planazo¡.
En Nueva York, embaucadora y envolvente, todo es a lo grande. Incluso la paliza . Pero el sueño de muchos es también mi sueño.

Atletas profesionales, financieros, jóvenes de la realeza y famosos, entre los inscritos

Nueva York volvió a vestir sus mejores galas el pasado 7 de noviembre, para albergar una nueva edición, la cuadragésimo primera, del maratón más famoso del mundo. Hasta la capital de los rascacielos se desplazó una nutrida representación de atletas españoles, de los que 931 consiguieron finalizar la carrera, con suerte dispar. Entre los 45.000 participantes, solo unos pocos, los profesionales, fueron a por marca, mientras que la gran mayoría disfrutaron de un reto que les sirvió como excusa para pasar un fin de semana en la Gran Manzana. Entre los primeros, Fabián Roncero (51º) y el veterano Martín Fiz (81º), que ocuparon una posición de privilegio entre los cien primeros, aunque por delante de ellos se situaron otros tres atletas españoles: Miguel Beltrán (25º), Francisco Román (31º) y Francisco Javier Rodríguez (49º). La primera mujer española fue María Dolores Jiménez, en el puesto 75.

El mejor de los españoles, Miguel Beltrán Méndez, es un corredor aficionado nacido en San Juan del Puerto (Huelva). A sus 32 años participaba por segunda vez en la mítica prueba estadounidense, y, casi sin darse cuenta, se convertía en el primer español y tercer europeo en cruzar la línea de meta de la prueba neoyorquina. Beltrán, que acudía solo con la intención de rebajar su marca personal, lo consiguió con un tiempo de 2.26:29.

Pero el Maratón de Nueva York también es punto obligado para ejecutivos y famosos. En esta oportunidad, el abogado y triatleta Javier García Enterría, socio de Derecho Mercantil del bufete Clifford Chance, realizó una marca de 2:57. Dos minutos después, y bajando también de la barrera de las tres horas, concluyó Julio Babecki, director general de L Capital. Juan Antonio Samaranch junior, olimpista y financiero, no llegó a las cuatro horas.

Una marca más que aceptable efectuó el hijo de Carmen Martínez Bordiú, Alfonso de Borbón, que obtuvo una meritoria marca de 3:30. También estuvo en la cita neoyorquina otro atleta con apellidos reales, Bruno Gómez-Acebo, sobrino del Rey de España, que acabó con un registro de 3:44, un tiempo incluso mejor que el del yerno del Rey, Iñaki Urdangarín, quien empleó diez minutos más.

La presentadora de televisión Anne Igartiburu logró finalizar los 42 kilómetros del trazado en algo más de cinco horas, un tiempo superior al de otra participante española relacionada con el mundo de la moda, María Fitz-James, relaciones públicas de Vogue.

Españoles al margen, otras de las atracciones fueron la presencia del campeonísimo atleta etíope Haile Gebrselassie, que debutaba en la carrera y que tuvo que abandonar lesionado. A la conclusión del evento, 'Gebre' anunció su retirada, pero por fortuna seguirá hasta Londres 2012. Junto a Gebrselassie también estuvo Edison Peña, uno de los mineros chilenos sepultados durante 69 días.

El artículo del Maratón es de Martín Fiz y el otro es del periódico Norte de Castilla











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